7 de noviembre de 2025

Acoso no distingue coronas ni cargos

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“No estamos aquí solo para ser vistas, estamos para ser escuchadas”, dijo la mexicana, ganándose el reconocimiento público de Sheinbaum, quien la señaló como ejemplo de empoderamiento

MARCOS H. VALERIO/ EL BOCÓN

No fue casualidad. El 4 de noviembre de 2025 quedará marcado como el día en que dos mujeres mexicanas, desde trincheras opuestas del poder simbólico, enfrentaron el mismo monstruo: El acoso que reduce, cosifica y silencia.

La presidenta #ClaudiaSheinbaum caminaba del Palacio Nacional a la #SEP cuando un hombre ebrio la hostigó en plena vía pública. No era la primera vez que una mujer en México sufre esto, pero sí la primera que una jefa de Estado lo denuncia en tiempo real, presenta cargos y anuncia una iniciativa para tipificar el acoso sexual como delito penal. No fue un gesto protocolario: fue un acto de Estado.

Horas después, al otro lado del mundo, #FátimaBosch —recién coronada #MissUniverso2025— respondía con firmeza a un comentario que demeritaba el esfuerzo femenino en el certamen.

“No estamos aquí solo para ser vistas, estamos para ser escuchadas”, dijo la mexicana, ganándose el reconocimiento público de Sheinbaum, quien la señaló como ejemplo de empoderamiento.

Dos escenarios, un patrón. El acoso no pregunta si llevas banda presidencial o corona de diamantes; opera con la misma lógica de dominio en la calle, en el escenario, en la oficina, en el transporte. Y mientras siga impune, ninguna mujer —ni la más poderosa— estará a salvo.

Sheinbaum no solo denunció: prometió una campaña nacional contra el acoso y una reforma legal que cierre las grietas por donde se cuela la impunidad. Es un compromiso que trasciende su caso personal; es deuda histórica con millones de mexicanas que callan por miedo, por vergüenza o por incredulidad ante un sistema que las revictimiza.

Fátima Bosch, por su parte, demostró que la belleza no es sinónimo de sumisión. Usó su plataforma global para recordar que el empoderamiento no es discurso vacío: es acción, es voz, es consecuencia.

México tiene hoy dos lideresas que, sin coordinarlo, enviaron el mismo mensaje: basta. La presidenta con la fuerza de la ley, la miss con la fuerza de la palabra. Juntas, sin saberlo, construyeron un puente entre el poder político y el poder simbólico para decir lo que tantas callan: el acoso no es normal, no es cultural, no es inevitable.

Es momento de que la sociedad entienda que proteger a una mujer en la calle es proteger a todas. Que tipificar el acoso no es “exagerar”, es civilizar. Que educar desde la infancia en el respeto no es opcional, es urgente.

Claudia Sheinbaum y Fátima Bosch no pidieron ser ejemplo. Pero lo son. Y su coincidencia en el tiempo no es azar: es señal. México puede y debe ser el país donde ninguna mujer, sea presidenta o estudiante, tenga que gritar para ser respetada.

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