14 de septiembre de 2025

La caída de Genaro García Luna

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Uno no puede evitar preguntarse si, en alguna tarde gris tras las rejas, ambos se sentarán a rememorar sus días de gloria

MARCOS H. VALERIO

La caída de Genaro García Luna, otrora poderoso secretario de Seguridad Pública de México, es un capítulo más en la saga de corrupción que ha marcado la historia reciente del país.

Su reciente condena en Estados Unidos, tras un juicio que destapó una cloaca de sobornos, nexos con el narcotráfico y traiciones al pueblo mexicano, lo ha convertido en un símbolo de la podredumbre que carcomió instituciones durante años.

Y con todo lo que «cantó» García Luna, como se dice en el argot, las revelaciones sobre los sobornos ligados a Angélica Rivera, «La Gaviota» y exesposa de Enrique Peña Nieto, han añadido un nuevo giro a este drama de poder y ambición.

García Luna, quien alguna vez se pavoneó como el arquitecto de la «guerra contra el narco», no solo traicionó la confianza de una nación, sino que, según las evidencias presentadas en su juicio, tejió una red de complicidades que alcanzó los más altos círculos del poder.

Los testimonios y pruebas apuntan a que, mientras se enriquecía con millones de dólares provenientes del Cártel de Sinaloa, también facilitaba operaciones que protegían a los capos a cambio de jugosas sumas.

Entre las revelaciones más escandalosas, se señala su presunta vinculación con pagos y favores que involucran a figuras cercanas a Peña Nieto, incluida Rivera, cuya imagen de telenovela se desvanece ante el fango de la corrupción.

Hoy, García Luna comparte destino con Joaquín «El Chapo» Guzmán, su antiguo «socio» en las sombras, en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos.

La ironía es inescapable: el hombre que juró combatir al narco ahora es su vecino de celda.

Uno no puede evitar preguntarse si, en alguna tarde gris tras las rejas, ambos se sentarán a rememorar sus días de gloria, cuando el poder y el dinero parecían interminables.

¿Hablarán de las traiciones mutuas, de los pactos rotos, de las mansiones y los lujos que compraron con sangre? ¿O simplemente guardarán silencio, sabiendo que el peso de sus decisiones los ha condenado a un presente sin redención?

Este caso no es solo la historia de un hombre, sino el reflejo de un sistema que permitió que personajes como García Luna prosperaran. México merece más que recuerdos de una «época dorada» de corrupción; merece justicia, transparencia y un futuro donde los poderosos no sean intocables.

Mientras García Luna y «El Chapo» comparten su nuevo hogar de concreto, la sociedad mexicana debe exigir que las lecciones de este escándalo no se olviden. Porque la verdadera tragedia no es que canten los culpables, sino que el país siga pagando el costo de sus canciones.

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