14 de septiembre de 2025

CAOS MUNDIAL POR CONFLICTO ENTRE IRÁN E ISRAEL

0
FB_IMG_1750283372710.jpg

El BOCÓN

El conflicto entre Irán e Israel ha dejado de ser un asunto exclusivamente regional.

Se ha convertido en una bomba de tiempo geopolítica que amenaza con arrastrar al mundo entero hacia un conflicto de proporciones históricas.

En el centro de esta tensión está la guerra no declarada pero ampliamente activa entre Teherán y Tel Aviv, que ha escalado con ataques directos, represalias y discursos cada vez más incendiarios.

Pero lo que verdaderamente convierte este conflicto en un riesgo para la estabilidad global es la participación —directa o velada— de potencias mundiales con intereses encontrados.

Estados Unidos, como ha sido su tradición desde la segunda mitad del siglo XX, ha cerrado filas con Israel, brindándole apoyo militar, financiero y diplomático incondicional.

La narrativa de Washington se fundamenta en la defensa de un aliado estratégico en la región, pero también está impregnada por factores electorales internos, presiones del lobby pro-israelí y una visión geopolítica que ve a Irán como una amenaza constante para la estabilidad regional y la hegemonía occidental.

Sin embargo, en el otro extremo del espectro, el bloque que respalda a Irán está conformado por actores que comparten una visión antioccidental y buscan desafiar el orden unipolar establecido tras la Guerra Fría.

China y Rusia, ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, han ofrecido respaldo diplomático y, en algunos casos, apoyo estratégico a Irán, ya sea a través del comercio de armas, cooperación tecnológica o simples vetos en la ONU.

Corea del Norte, por su parte, ve en Irán a un socio que comparte su aislamiento y su confrontación con Occidente.

Y no se puede ignorar que varios países árabes, tradicionalmente en desacuerdo con Israel y con la política exterior de Estados Unidos han manifestado simpatías por la causa iraní, ya sea por afinidad religiosa musulmana, enemistad común o razones geopolíticas.

Lo preocupante de este escenario no es solo el enfrentamiento en sí, sino el modo en que cualquier decisión mal calculada, cualquier ataque mal interpretado o cualquier provocación desbordada puede encender una chispa que derive en un conflicto armado a escala global.

La historia ya nos ha enseñado —desde los Balcanes hasta el Golfo Pérsico— cómo guerras aparentemente locales pueden escalar hasta envolver a las grandes potencias en una confrontación total.

La actual crisis no ocurre en el vacío.

Llega en un momento de reconfiguración del orden mundial, donde Estados Unidos ya no ejerce el mismo dominio hegemónico, y donde China y Rusia buscan consolidar su poder en un nuevo equilibrio multipolar.

En ese juego, Medio Oriente se convierte en una pieza clave del ajedrez geopolítico.

Pero no se trata solo de intereses militares o territoriales: están en juego rutas energéticas, alianzas estratégicas, el control de recursos vitales y la legitimidad política de gobiernos que enfrentan presiones internas.

Mientras tanto, las víctimas siguen siendo las mismas de siempre: las poblaciones civiles, desplazadas, empobrecidas y traumatizadas por décadas de guerra.

Y la comunidad internacional, atrapada en su propia parálisis institucional, parece incapaz de articular una respuesta efectiva.

Hoy más que nunca, se necesita prudencia, diplomacia y liderazgo real.

Porque si Irán e Israel continúan en su curso actual, arrastrando consigo a sus aliados poderosos, el mundo podría encontrarse frente a un conflicto de consecuencias incalculables.

No estamos hablando de simples maniobras políticas: estamos hablando de la posibilidad tangible de una guerra mundial en pleno siglo XXI.

Y el reloj sigue corriendo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *