Migrantes detenidos en condiciones precarias

▪️Ansiedad en un centro estatal sin precedentes
El BOCÓN
En el corazón de los pantanos de Florida, donde el calor sofocante y las lluvias interminables son parte del paisaje, se alza el nuevo centro de detención de migrantes conocido como El Alcatraz de los Caimanes.
Su nombre, que evoca su ubicación remota y casi inaccesible, no es solo una metáfora: para los hombres encerrados allí, la vida se ha convertido en una pesadilla de incertidumbre, hacinamiento y privaciones.
Sin lápices, libros ni televisión, con luces que nunca se apagan y tiendas de campaña que gotean con cada tormenta, los detenidos describen un lugar donde la esperanza se desvanece bajo el peso de la desesperación.
“Es un polvorín”, advierte Rick Herrera, uno de los migrantes detenidos, en una serie de llamadas telefónicas a un periodista durante cinco días. Sus palabras, cargadas de frustración, ofrecen una ventana poco común a las caóticas primeras semanas de este centro, inaugurado el 3 de julio por el estado de Florida.
Bautizado oficialmente como Alcatraz de los Caimanes para resaltar su aislamiento en los Everglades, este lugar es, según expertos, el único centro de detención en el país gestionado por un estado para migrantes bajo custodia federal.
La apertura del centro fue una jugada audaz del gobernador republicano Ron DeSantis, quien ha posicionado a Florida como punta de lanza en la aplicación agresiva de las leyes migratorias.
En sintonía con la ofensiva antiinmigrante del presidente Donald Trump, el estado se apresuró a construir esta instalación bajo poderes estatales de emergencia, buscando aumentar la capacidad de detención en un momento en que las políticas migratorias se han endurecido.
Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, confirmó el domingo que otros estados están considerando replicar el modelo de Florida.
Sin embargo, las condiciones en El Alcatraz de los Caimanes han generado alarma. Los detenidos, muchos de los cuales no tienen antecedentes penales, enfrentan un entorno hostil: duchas esporádicas, comidas que apenas superan el nivel de bocadillos, y una falta crónica de acceso a medicinas que ha dejado a algunos con síntomas de gripe y agotamiento por la privación de sueño.
Las tiendas de campaña, improvisadas para albergar a los migrantes, se convierten en trampas húmedas bajo las lluvias veraniegas, con insectos que invaden el espacio.