GODOY DA GOLPE DE AUTORIDAD EN FGR CON CAPTURA DE CÉSAR DUARTE
El BOCÓN
La detención del exgobernador priista César Duarte Jáquez no solo cimbró al viejo aparato político de Chihuahua: también se convirtió, de golpe, en la primera gran demostración de fuerza de la nueva Fiscal General de la República (FGR), Ernestina Godoy, cuya mano aparece claramente detrás de un operativo que llevaba años empantanado entre excusas, expedientes atorados y silencios “casuales”.
Duarte, acusado durante casi una década de desviar recursos públicos, operar esquemas de lavado de dinero y construir redes de complicidad gubernamental a través de empresas fantasma, parecía eterno.
Su captura en Estados Unidos en 2020, su extradición en 2022 y el lento avance judicial hacían creer que su caso quedaría, como muchos otros, atrapado en los pasillos burocráticos de la justicia mexicana.
Pero algo cambió.
Y cambió cuando Godoy llegó a la FGR.
La Fiscalía ejecutó una orden federal emitida en 2024, pero que curiosamente se activó solo después de que, el pasado 4 de diciembre, Estados Unidos aprobara que Duarte fuera procesado por nuevos delitos no incluidos en la extradición original. El movimiento fue inmediato.
La FGR —ya bajo el mando de Godoy— no esperó ni 72 horas para actuar.
La captura fue fulminante, quirúrgica y políticamente estruendosa.
Quienes conocen el funcionamiento interno de la Fiscalía saben que nada de esto ocurre por inercia.
Se requiere decisión, presión institucional y voluntad política para romper inercias que favorecieron, durante años, la impunidad del exgobernador.
Por eso muchos atribuyen la detención directamente a Godoy: porque ocurrió justo cuando ella tomó el control, porque reactivó un caso que llevaba meses congelado y porque se volvió el primer golpe de alto impacto en su administración.
Y, claro, no falta quien señala intenciones políticas.
La oposición acusa que el caso se movió hasta ahora para mandar un mensaje.
Los defensores de Duarte alegan duplicidad de procesos.
Pero más allá del ruido, lo evidente es que Duarte dejó de ser intocable justo en el momento en que la FGR fue reconfigurada.
La caída del exmandatario priista es, entonces, más que un expediente judicial: es un mensaje de reacomodo del poder, un recordatorio de que la justicia mexicana se mueve —aunque tarde— cuando alguien decide moverla.
Y en este episodio esa figura tiene nombre y apellido: Ernestina Godoy.
¿Será este el inicio de una nueva FGR más activa o simplemente un golpe político inicial para marcar territorio?
Esa respuesta apenas comienza a escribirse.
Pero por ahora, lo cierto es que Duarte ya duerme tras las rejas del penal de máxima seguridad de El Altiplano y la primera gran victoria narrativa del nuevo ciclo judicial pertenece, sin discusión, a Godoy.
