Piloto campechanosalva 215 vidas

▪️Transformó una emergencia en un milagro. “Mi única recompensa es saber que todos están a salvo”, dijo
MARCOS H. VALERIO/EL BOCÓN
En el corazón del mar Caribe, a miles de metros de altura, el capitán Roger Alonso Castillo Valencia, un hombre nacido bajo el sol ardiente de Ciudad del Carmen, Campeche, enfrentó el momento más crítico de su carrera. Al mando del vuelo VB755 de Viva Aerobús, que cubría la ruta de Miami a Mérida, este piloto de 42 años demostró que la calma y la experiencia pueden transformar una emergencia en un milagro.
Con una falla en uno de los motores del avión y 215 almas a su cargo, Roger tomó decisiones que evitaron una tragedia, convirtiéndose en un símbolo de heroísmo y orgullo para su tierra natal.
EL RUGIDO DEL CIELO
El Airbus A320 de Viva Aerobús surcaba el cielo sobre el Caribe, con el azul infinito del mar como único testigo. A bordo, 215 pasajeros –familias, turistas, trabajadores– viajaban con la expectativa de llegar a Mérida, Yucatán. Pero a medio trayecto, una alarma irrumpió en la cabina: el sistema detectó una baja presión de aceite en uno de los motores. Lo que parecía un vuelo rutinario se convirtió en una carrera contra el tiempo.
Roger Castillo, con más de 15 años de experiencia como piloto comercial, no dudó. Mientras el avión emitía señales de alerta, su mente se mantuvo fría, entrenada para situaciones que la mayoría solo imagina en pesadillas.
“En esos momentos, no hay espacio para el miedo. Solo piensas en los procedimientos, en la tripulación, en las personas que confían en ti”, diría después, con la humildad que lo caracteriza, a un periodista local en Campeche.
Con el protocolo de emergencia activado, el capitán evaluó las opciones. Regresar a Miami era arriesgado; continuar hacia Mérida, imposible. La solución estaba en La Habana, Cuba, donde el aeropuerto internacional José Martí ofrecía la pista más cercana y segura.
Con la autorización de las autoridades cubanas, Roger comunicó su decisión a la torre de control y comenzó el descenso, mientras en la cabina los pasajeros empezaban a percibir que algo no iba bien.
TENSIÓN A BORDO
En el interior del avión, la incertidumbre crecía. Emanuel Vilchis, un joven estudiante mexicano, sintió el cambio en el ambiente.
“De pronto, el avión empezó a vibrar más de lo normal. Vi a las azafatas moverse rápido, con rostros serios. No nos decían mucho, pero sabíamos que algo estaba mal”, relató en una publicación en X que se viralizó rápidamente. Preso del temor, Emanuel tomó su teléfono y llamó a su madre para despedirse, convencido de que el desenlace podía ser fatal.
Ricardo Pérez Solís, otro pasajero, describió la experiencia como un torbellino de emociones. “Había niños llorando, parejas abrazándose. Nadie nos explicaba qué pasaba, y eso aumentaba el miedo”, escribió en redes sociales.
Tras el aterrizaje, Ricardo denunció las condiciones en el aeropuerto de La Habana: “Estamos pasando calor, hambre y mucha incertidumbre. Nos tienen en una sala sin información clara”. Su mensaje reflejó la frustración de muchos, que, aunque aliviados por estar en tierra, enfrentaban una espera agotadora.
Pero en medio del caos, una figura se alzaba como ancla: el capitán Roger Castillo. Desde la cabina, su voz serena se escuchó por el altavoz, informando a los pasajeros que el aterrizaje en La Habana era una medida de precaución. “Les prometo que los llevaré a salvo”, dijo, según recuerda una pasajera. Esas palabras, pronunciadas con la firmeza de quien conoce su oficio, dieron un respiro a los corazones acelerados.
EL HIJO DE CIUDAD DEL CARMEN
Roger no es un extraño para los retos. Criado en Ciudad del Carmen, una isla de pescadores y trabajadores petroleros en el Golfo de México, creció entre el rumor del mar y las historias de esfuerzo de su familia. Hijo de un mecánico y una maestra, desde niño soñaba con volar.
“Miraba los aviones que llegaban al aeropuerto y me imaginaba ahí arriba”, contó alguna vez a sus amigos en el barrio de Playa Norte. Su camino no fue fácil: estudió en la Escuela de Aviación México, trabajó turnos agotadores como instructor de vuelo y enfrentó los sacrificios de una profesión que exige precisión absoluta.
En Campeche, Roger es más que un piloto; es un orgullo local. “Es un hombre sencillo, de los que saludan a todos en la calle. Nunca se le subió la fama, aunque siempre supimos que era especial”, dice María Elena, una vecina de su colonia. Su formación en la aviación comercial, sumada a su temple forjado en la tierra del petróleo y los huracanes, lo preparó para el momento que lo definiría.
ATERRIZAJE CONTRA EL DESTINO
El descenso hacia La Habana no fue sencillo. Testigos en tierra reportaron que el avión llegó con una inclinación inusual, y los pasajeros sintieron turbulencias que intensificaron el miedo.
Pero Roger, junto a su copiloto y la tripulación, ejecutó un aterrizaje de emergencia impecable. A las 17:45 horas (tiempo local), las ruedas del Airbus tocaron la pista del aeropuerto José Martí, y un suspiro colectivo llenó la cabina. Los aplausos estallaron, mezclados con lágrimas de alivio.
“Fue como si el tiempo se detuviera. Cuando el avión se estabilizó, supe que estábamos a salvo gracias a él”, recuerda Ana Laura, una madre que viajaba con su hija de cinco años. En la Sala de Última Espera, los pasajeros comenzaron a compartir sus historias, y el nombre de Roger Castillo se repetía como un mantra de gratitud.
Viva Aerobús emitió un comunicado confirmando que el desvío se realizó conforme a los protocolos internacionales de seguridad. “La integridad de los pasajeros y la tripulación fue la prioridad en todo momento”, señaló la aerolínea, que también anunció el envío de un nuevo avión para trasladar a los viajeros a Mérida, junto con cortesías a bordo como compensación. En La Habana, las autoridades cubanas proporcionaron alimentos y asistencia, aunque las quejas por la espera persistieron.
HÉROE SIN CAPA
Mientras los ingenieros analizan la falla del motor, una verdad es indiscutible: el capitán Roger Castillo salvó 215 vidas. Su capacidad para mantener la calma, tomar decisiones rápidas y coordinar un aterrizaje en condiciones adversas lo ha convertido en un héroe nacional. En redes sociales, los hashtags #GraciasCapitán y #HéroeDeCampeche se multiplican, acompañados de mensajes de pasajeros que lo describen como “un ángel en el cielo”.
En Ciudad del Carmen, la noticia ha llenado de orgullo a la comunidad. “Roger es uno de los nuestros, un campechano que puso en alto el nombre de México”, dice don José, un pescador que lo conoce desde niño. En la parroquia de la Virgen del Carmen, los fieles planean una misa para dar gracias por el milagro, y el ayuntamiento local ya habla de un reconocimiento oficial.
Para Roger, sin embargo, no hay hazañas ni medallas; solo el deber cumplido. “Hice lo que cualquier piloto entrenado habría hecho. Mi única recompensa es saber que todos están a salvo”, comentó en una breve entrevista antes de regresar a México. Pero para los 215 pasajeros del vuelo VB755, y para una nación que celebra su valentía, Roger Alonso Castillo Valencia es mucho más: es el hombre que, desde Campeche, desafió al destino y ganó.