14 de septiembre de 2025

Costo ocultode aranceles: Amenaza global

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▪️El costo lo asume el importador, quien suele trasladarlo al comprador inmediato, un distribuidor, mayorista o tienda minorista, y finalmente al consumidor

MARCOS H. VALERIO/EL BOCÓN

El mundo entero observa con inquietud el torbellino económico desatado por los aranceles unilaterales impuestos por el presidente Donald Trump a gran parte del orbe.

Sin detenernos en la legalidad de estas medidas, un tema que merece su propio análisis, es crucial enfocarnos en las consecuencias, especialmente para Estados Unidos, epicentro de esta política proteccionista.

Para entender el problema, empecemos por lo básico. Un arancel es un impuesto aplicado al valor de las mercancías importadas.

Este costo lo asume el importador, quien suele trasladarlo al comprador inmediato, un distribuidor, mayorista o tienda minorista, y finalmente al consumidor.

Cuando hablamos de un arancel del 145%, como el impuesto a China, el impacto es devastador: equivale a un embargo comercial.

Los productos, salvo casos extremos como medicamentos esenciales, simplemente dejan de circular.

El comercio es el motor de la riqueza. Cada transacción, desde la compra inicial hasta la venta final, genera utilidades que sostienen una compleja cadena de empleos: marineros, estibadores, choferes, operadores de grúas, empleados de tiendas, contadores, abogados, mercadólogos y más.

Este ecosistema depende de recursos como combustibles, energía eléctrica y telecomunicaciones.

Si la mercancía no llega, esta cadena se rompe, deteniendo la generación de riqueza y desencadenando una recesión económica.

Peor aún, si se buscan alternativas para sustituir los productos bloqueados, los costos suelen ser mayores, lo que alimenta la inflación. La combinación de recesión e inflación, la temida estanflación, es un monstruo que golpea a la población con desempleo, pobreza, deterioro de servicios públicos, menor acceso a salud, vivienda y capacidad de respuesta ante desastres.

Se argumenta que los aranceles buscan repatriar la manufactura a Estados Unidos, pero esta meta enfrenta obstáculos colosales.

Reconstruir una industria manufacturera tomaría de tres a diez años, y la realidad es que Estados Unidos ha perdido su capacidad productiva.

El 80% de su fuerza laboral está en el sector servicios, sin la preparación ni la vocación para trabajos industriales.

Forzar esta transición elevaría los costos de producción, alimentando aún más la inflación y abriendo la puerta al contrabando.

El impacto no se limita a Estados Unidos. Países como México, el mayor socio comercial de Washington, junto con China y Canadá, sufrirán las consecuencias de esta disrupción.

Aunque el T-MEC podría ofrecer ciertas oportunidades para México y Canadá, estas serían limitadas y dependerían del respeto a sus reglas.

La esperanza radica en las negociaciones iniciadas entre China y Estados Unidos en Ginebra. La mejor estrategia para destrabar este conflicto es apelar al pragmatismo de Trump, alimentando su ego con acuerdos que beneficien a todas las partes, como los alcanzados con México y Canadá.

La alternativa, una escalada de medidas proteccionistas, solo profundizará una crisis que amenaza con empobrecer al mundo entero.

Es hora de que la razón prevalezca sobre el impulso.

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